Evangelio 2024

                             

No dejes que se te escapen los días. Mira que los tuyos están contados y, si permites que se esfumen, ni sabrás a dónde han ido, ni podrás recuperarlos. Por eso, deja que la palabra de Dios los atrape, uno a uno, y los convierta en días de cielo, en vida eterna. Porque un día empapado en la palabra de Dios es un día de Cristo, una jornada ganada para su gloria.

Aquí te dejo otros trescientos sesenta y cinco comentarios al Evangelio. Más uno. Que 2024 es bisiesto. El propósito con que te los entrego es que puedan ayudarte a desentrañar la palabra que Dios, cada día, te dirige en el evangelio de la santa Misa. Que puedan ser un auxilio para tu oración personal, para tu escucha, y para la respuesta con que agradezcas al Señor que ilumine tu jornada.

Son fruto de la oración. Es la mía, claro, pero tampoco somos tan distintos. Si a mí me ayudan tanto las confidencias de almas que me muestran su diálogo con Dios, también confío en que puedan ayudarte a ti las luces que el Señor me regala cada día. Que nadie enciende una luz para ponerla debajo del celemín.

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José-Fernando Rey Ballesteros, pbro.

Evangelio 2023

                             

Un año más te ofrezco, junto al evangelio de cada día, estas breves reflexiones forjadas en la oración, por si pudieran ayudarte a hablar con Dios y a escuchar a Dios.

Hablar con Dios y escuchar a Dios. Seguramente, no tenemos nada más importante que hacer en la vida. Porque quien habla con Dios y escucha a Dios se acaba pareciendo a Dios. Con la conversación surge la amistad, con la amistad el conocimiento mutuo, y con el conocimiento mutuo la identificación. Llega entonces la gracia, recibida en los sacramentos, y te convierte en otro Cristo.

Y todo comenzó así: hablaste con Dios y escuchaste a Dios. Bastan unos minutos todos los días, vividos con fervor y perseverancia, y rodeados de silencio, para que descanses en esa comunión con el Señor sobre la que reposará tu vida. Luego hay que lanzarse al bullicio, al trabajo, a la carretera, al tren, al hogar y al restaurante. Pero cuando se ha comenzado el día escuchando a Dios, todas las tareas de la jornada, poco a poco, se van empapando de ese primer silencio, y te descubres contemplativo ante un ordenador o ante una jarra de cerveza. Ya todo lo haces con Dios.

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José-Fernando Rey Ballesteros, pbro.

Tú, pecador (El arte de la confesión frecuente)

                             

«Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte y si se ha de comulgar». Si la Iglesia se conforma con eso, ¿por qué usted, señor cura, me insiste en que pase con frecuencia por el confesonario? No robo, no mato, no tengo pecados mortales… ¿por qué se empeña usted, que está tan ocupado, en que le haga trabajar más? Debería agradecerme el poco trabajo que le doy. ¿No ve que soy buen chico? Además, cada vez que voy a confesar me hago un lío, no sé por dónde empezar…

¡Éste es tu libro! Aquí explico, a personas como tú, por qué los curas nos empeñamos en que vengáis con frecuencia al confesonario. Y además, de regalo, te ofrezco un tutorial, una guía para confesar «como Dios manda».

Es un libro breve, sencillo y desenfadado. Su único objetivo es ayudar al pecador a aprovechar el sacramento de la Penitencia para algo más que cumplir con un mandamiento. Quienes, por desgracia, pecamos con frecuencia, encontraremos en la confesión frecuente la ayuda del Cielo que necesitamos para romper con el pecado y alcanzar la santidad. Porque de eso trata la vida: no de ser cumplidores, sino santos.

Tenéis la edición digital disponible, como siempre, en Amazon y en Apple Books, al precio de 3,49 €. Y la extraordinaria edición en papel de Cobel la tenéis al precio de 12,50 €.

José-Fernando Rey Ballesteros, pbro.

Evangelio 2022

                             

A lo largo de los últimos dos años el mundo ha sufrido una sacudida tremenda en forma de pandemia. Muchos han muerto, muchísimos han –¡hemos!– padecido la enfermedad y la marcha de seres queridos. Las costumbres han cambiado de forma drástica, y también en templos y parroquias hemos tenido que acostumbrarnos a vivir nuestras celebraciones de forma diferente.

Pero, en medio de este «temblor de tierra», la Palabra de Dios, como un río subterráneo que en silencio fecunda el suelo, ha seguido fluyendo a su ritmo de siempre. Nos ha iluminado, nos ha confortado, y ha dado sentido a todas las vivencias que se han ido sucediendo en esta prueba.

Llega 2022, y seguimos abrazados a ella. No queremos separarnos de ese aliento divino ni por un día. Por eso te ofrezco, un año más, estos breves comentarios, fruto de la oración, que quieren ser también ayuda a tu oración. Quiera Dios que, al menos alguno, o algunos de ellos te muestren ese rostro amable de un Señor que nunca te ha dejado solo. Y –por pedir, que no quede– quiera también Dios que este año, apoyado en su palabra, seas tú un poco más suyo, un poco más santo.

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José-Fernando Rey Ballesteros, pbro.

Evangelio 2021

                                

Éste es, ya, el sexto volumen con los comentarios al evangelio de la misa, que comenzaron a publicarse en 2016. Pero sólo Dios es capaz de pronunciar, una y otra vez, la misma palabra, y decir, en cada ocasión, algo distinto. Dos mil años lleva la Iglesia profundizando en la Escritura, y aún no ha hecho sino comenzar a atisbar el misterio que encierra. No existe, en la Historia de la Humanidad, un libro como la Biblia. Sólo ella es Palabra viva que da vida.

No dejes nunca de meditar los evangelios. Busca, en ellos, la Humanidad santísima de Cristo, y, una vez encontrada, adéntrate, a través de ella, en la contemplación de su divinidad. No te cansarás jamás.

Este pequeño libro quiere ayudarte en esa tarea. Cada lectura del evangelio va seguida de un breve comentario, de apenas doscientas palabras, que quieren dejar paso a silencios mucho más elocuentes. Te sugiero, querido lector, que no te conformes con leer. Terminada la lectura, calla y mira. Deja que lo que has leído encuentre eco en tu alma, y saborea ese eco como si tuvieras miel en los labios. No te pido que te enamores; te pido que te dejes enamorar.

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José-Fernando Rey Ballesteros, pbro.

Misterios de Navidad

                                

Aunque el santo rosario no sea una oración litúrgica, sus misterios se entrelazan con la liturgia como la respiración se entrelaza con la vida. Cualquiera que rece diariamente esas avemarías conoce el relieve que cobran los misterios dolorosos en Cuaresma y Semana Santa, los gloriosos en Pascua, los luminosos en Tiempo Ordinario… y los misterios gozosos en Navidad.

Este libro, que no es sino una contemplación de los misterios gozosos del rosario, está escrito pensando especialmente en la Navidad. Pero, al igual que rezamos los misterios gozosos del rosario en cualquier época del año, también pueden estas páginas ser leídas y meditadas en marzo, en agosto o en noviembre.

No encontrarás aquí demasiados consejos morales. El libro está escrito, simplemente, para ayudarte a contemplar aquellos primeros años, cuando apenas nadie, salvo María y José, conocían la maravillosa noticia de un Dios revestido de carne humana.

El misterio es una realidad que nos abre su entraña para que podamos sumergirnos en ella. Al Espíritu le pido que te conceda, conforme leas estas páginas, la gracia de adentrarte en las alegrías y dolores de estos misterios que, por lo que supusieron para sus protagonistas, y lo que suponen para ti, han sido llamados «gozosos».

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José-Fernando Rey Ballesteros, pbro.

Prisas, pandemia y santidad. ¡Menudo trío!

La velocidad a la que estamos viviendo es difícilmente compatible con la santidad. Porque la santidad es, ante todo, contemplación que da como fruto una entrega generosa, y el ritmo de vida de Occidente, además de no permitir la contemplación ni el silencio, aboca al hombre, necesariamente, al egoísmo. Pedirle, a quien tiene «tantas cosas que hacer y tan poco tiempo para hacerlas», que piense en los demás es pedir demasiado.

A la vez, en la Iglesia continuamos, desde hace muchos años, empeñados en «sorber» y completamente negados para «soplar». Parece que el único afán que tuviéramos fuera llenar templos y salones parroquiales, aunque sea con personas que desconocen la fe y el Amor de Dios. Pero ninguna de esas personas, capaces de pasar horas entre los muros del lugar sagrado, pierde un solo minuto de su tiempo en acercarse a trabar amistad con quienes no creen y contagiarles el amor de Cristo. El resultado es decepcionante: nos movemos a toda velocidad con el único objetivo de formar «beatos», pero nos hemos olvidado de formar santos, es decir, apóstoles que se adentren en el mundo en busca de la oveja perdida. Nos obsesionamos con llenar templos, y hemos olvidado que debemos poblar la tierra.

Me parece ver claro que el confinamiento que sufrimos en marzo y abril fue una cariñosa «zancadilla» de Dios. Pero también me parece ver claro que nada hemos aprendido. Apenas terminó el confinamiento, nos hemos empeñado en recuperar la velocidad que teníamos antes. Lo peor es que, ahora, seremos nosotros quienes tropecemos, sin necesidad de zancadilla alguna; no parece que esa velocidad favorezca, precisamente, el cese de la pandemia.

La conversión necesaria es profunda. Hubiera requerido que el tiempo de confinamiento se hubiese empleado en reflexionar y contemplar. Pero, en lugar de ello, nos lanzamos a la comunicación digital con ansiedad de adolescentes.

Espero que no tenga que suceder lo mismo siete veces, como en Egipto, para que dejemos escapar a las almas del cautiverio de las prisas en el que las tenemos encerradas. Le pido a Dios que, si hay un segundo confinamiento, no cometamos en él los errores del primero.

No tienen que cambiar las cosas un poco. Tiene que cambiar todo. Es urgente crear un clima propicio para la contemplación y el trabajo sereno, un clima donde puedan florecer santos que formen santos, un clima donde la gracia de Dios pueda fluir como agua tranquila, y no quede estancada en salones mal decorados y peor ventilados en los que los cristianos parecemos gozar reuniéndonos durante horas.

Así se lo pido a Dios. Yo también necesito la ayuda del clima para contemplar. La necesito urgentemente.

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