El domingo 4 de junio de 2000, mi buen amigo y -entonces- párroco Manuel Martín de Nicolás, un sacerdote a quien nunca nada le ha parecido imposible, se acercó a mí en la sacristía y me dijo: “Fernando, ¿por qué no haces una página web?”.
El lunes 5 de junio de 2000, a eso de las seis de la tarde, estaba en Internet el que sería el primer “comentario a las lecturas de la misa” de la revista “Espiritualidad”. La revista estaba publicada al día siguiente, martes 6 de junio, aunque aquel primer comentario, por desgracia, se perdió en el ciberespacio y no lo he logrado recuperar.
El cómo fue posible que en tan breve espacio de tiempo se precipitasen los “milagros digitales” aún no lo tengo claro. Soy sacerdote, no informático. Aunque, en aquellas fechas, andaba yo iniciándome en el uso de Internet, mis conocimientos eran bien limitados. Pero se ve que la invitación de Manolo, como dicen las carmelitas “me hizo operación”… ¡Y cómo! La noche del domingo al lunes, prácticamente no dormí. La pasé adiestrándome en el uso del “Front Page” y descubriendo el modo en que aprovechar el espacio web gratuito que me ofrecía mi servidor. También es cierto que quien me conozca entenderá mejor este relato: cuando algo se me mete de verdad en la cabeza, se apodera de mí. Afortunadamente, Dios ha entrado primero. No sé, si no, qué hubiera sido de mi pobre persona.
Fueron tres años prácticamente enteros, desde junio de 2000 hasta mayo de 2003, los que duró la vida de “Espiritualidad”. En septiembre de 2000, ya estaba albergada en la Web del Arzobispado de Madrid -donde se mantuvo hasta el final- y contaba con cerca de quince colaboradores. Teníamos de todo: libros, cine, historia, un capellán de hospital que nos narraba sus cuitas, una contraportada escrita por una joven de mi parroquia, un análisis del padrenuestro, consideraciones sobre los frutos del Espíritu Santo… Y, cada día, yo me sentaba a escribir el “comentario a las lecturas de la misa”. Cubrí los tres ciclos dominicales, y los dos feriales más otra vuelta de año impar. Fueron, en total, más de 1.000 comentarios. El único día que falte a la cita me encontraba con un compañero visitando algunos pueblos de Ciudad Real donde fue absolutamente imposible encontrar una conexión a Internet. Pero creo que, aparte de ese día, no falté ningún otro.
Ahora recuerdo con especial cariño aquellos tiempos. Pero lo cierto es que, desde octubre de 2002, fecha en que fui nombrado párroco de Nuestra Señora de Los Arroyos, las cosas se fueron poniendo cada vez más difíciles. Si algún párroco está leyendo estas líneas, me habrá comprendido perfectamente. La tarea del gobierno parroquial es sumamente absorbente. No basta con celebrar los sacramentos y dirigir espiritualmente a las almas; además, hay que conseguir dinero, hay que cambiar bombillas, hay que reparar radiadores y persianas, hay que buscar gente para las distintas labores, hay que preocuparse de que no falte nada en la sacristía ni en el altar, hay que tratar a las autoridades municipales, hay que abrir y cerrar la iglesia, hay que hacer reformas en el templo y en los locales… No sigo, pero podría extenderme durante un par de párrafos más. Y, desde luego, hay que cuidar la propia vida de oración, sin la cual nada tendría sentido. Si, además de todo, hay que encontrar una hora para escribir el comentario diario a las lecturas de la misa, o recibe uno el don de la bilocación (nada apetecible, por cierto) o muere en el intento.
Yo no morí, porque lo dejé. En mayo de 2003 anuncié al entonces delegado del Departamento de Internet, mi amigo Juan-Pedro Ortuño, que daría por cerrada la revista para poder dedicarme a la labor parroquial que mi obispo me había encomendado. A cambio, realicé algunas colaboraciones ocasionales con la página “Análisis Digital”, de la Fundación García Morente.
Dos años después, en 2005, comencé una nueva aventura sobre la que pasaré ahora de puntillas, pues poco tiene que ver con el presente libro. Se trató del podcast “Con noticias de Dios”, que ofrecía el comentario a las lecturas de la misa en formato de informativo radiofónico, con música country de fondo, durante menos de cuatro minutos. La tarea era mucho más sencilla, porque me limitaba a improvisar en oración. Lo digo en serio: como las lecturas ya las tenía leídas y rezadas, me ponía ante el micrófono con el misal y decía lo primero que se me ocurría. Jamás grabé dos veces un mismo episodio. Por tanto, lo que tardaba cada día en hacerlo era, exactamente, lo mismo que duraba el podcast: menos de cuatro minutos. Lo cierto es que, aunque el producto tuvo una aceptación bastante buena, a mí nunca me llegó a gustar del todo; me sentía ridículo. Y, en 2010, lo cerré.
En enero de 2008 abrí el blog “De un tiempo a esta parte…”, que aún mantengo. Concretamente, se inauguró el 8 de enero con un artículo llamado “Sarkozy, mon amour”, que no incluyo en este libro porque lo considero irrelevante. Desde entonces hasta hoy, he seguido escribiendo periódicamente con la libertad que proporciona un blog: escribes cuando te apetece o cuando puedes, y no estás atado a una periodicidad fija. Creo que he dado con la fórmula que me permite seguir cultivando mi afición por escribir sobre Dios y no perjudicar mis labores parroquiales.
Lo de “escribir sobre Dios” no ha sido del todo cierto. El propio nombre del blog (“De un tiempo a esta parte…”) era una licencia que yo me daba a mí mismo para poder escribir también sobre asuntos de actualidad, siempre tratados desde un punto de vista cristiano. Pero, conforme han ido pasando los años, y mi parroquia me ha seguido devorando a marchas forzadas, cada vez he encontrado menos tiempo para escribir, y últimamente me he ceñido a lo esencial, quizá a aquello de lo que nunca debí separarme: escribir sobre Dios.
Entre medias, hubo un intento de recuperar la revista “Espiritualidad” bajo el nombre de “Espiritualidad Digital”. Fue Juan-Pedro Ortuño quien me animó a intentarlo, y él mismo se ofreció como colaborador. Pero esta criatura, que nació con grandes expectativas en 2010 -creo recordar- apenas alcanzó su quinto número antes de morir. Supongo que todo es providencial, y el hecho de que, tras cinco meses, apenas lograse contar con más de cuatro colaboradores fue un signo inequívoco de que el camino no iba por ahí. Ya acostumbrado a echar cierres, no me supuso un gran trauma clausurar el invento.
Me he referido por dos veces a Juan-Pedro Ortuño. Este libro no existiría sin él. Dejando aparte el blog donde ahora escribo, y que es una aventura en solitario, todos los demás proyectos han estado siempre respaldados por el Arzobispado de Madrid. Como delegado del Departamento de Internet, y después como delegado de Medios de Comunicación, ha sido Juan-Pedro quien ha encarnado ese respaldo. Debo dejar constancia de que su apoyo hacia mi labor literaria ha sido incondicional. Me siento profundamente agradecido por ello.
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El presente volumen es una recopilación de más de 550 artículos escritos en los primeros diez años de mi presencia en Internet. Recoge, como es lógico, muchos de los “comentarios a las lecturas de la misa” de la revista “Espiritualidad”, varias de mis colaboraciones con “Análisis Digital”, parte de mis aportaciones a la nueva “Espiritualidad Digital” y también varios artículos de “De un tiempo a esta parte…”. Reservo para un segundo volumen la recopilación de artículos escritos desde 2010.
Lo cierto es que no ha sido difícil seleccionar. Muchas de las cosas que escribí hace años estaban demasiado pegadas a la actualidad de entonces, y son ésas (¡muchas!) las que he descartado. Lo difícil ha sido expurgar los textos de referencias a nombres y sucesos que entonces sonaban conocidos y hoy han sido olvidados. Es curioso: gran parte de esos nombres y sucesos eran futbolísticos; y no porque me guste el fútbol particularmente, sino porque siempre ha sido, en España, una forma de conectar con el ser humano social. Finalmente, no he podido expurgar todo, y el lector encontrará un buen nutrido número de referencias a la actualidad que le obligarán a hacer memoria o a consultar la hemeroteca.
En cuanto al orden… Era lo más difícil, sin duda. Muchos compañeros míos esperaban que agrupase los artículos según los tiempos y fechas litúrgicas, de modo que cada día del año tuviese sus correspondientes comentarios. Pero esa labor, que habría sido muy fácil si tan sólo hubiera incluido las entradas de “Espiritualidad”, se hacía imposible al añadir artículos del blog o de “Análisis Digital”. Además, para el lector no versado en la liturgia, el orden que tan conocido nos es a los sacerdotes no hubiese sido tan obvio. Por eso, al final he optado por dos criterios: el temático y el alfabético. He agrupado los artículos en materias comunes, y, tanto éstas como los propios artículos los he ordenado de manera alfabética. Por eso el primer capítulo es “Alegría”. Me parece providencial. El último, curiosamente, es “sufrimiento”. Todo encaja; si a san Matías lo eligió Dios a través de los dados, no veo porque no iba a servirse también del alfabeto para ordenar mis escritos.
He optado por la edición digital debido a motivos obvios: todos mis lectores lo han sido y lo son a través de Internet. Por tanto, era obligatorio que este libro fuese digital. Además, en una selección de más de 550 artículos, el formato epub permite desplazarse a través del índice para realizar la lectura en el orden que uno elija. Como ventaja adicional, puedo permitirme el lujo de ofrecer el presente volumen a un precio sumamente asequible.
Le dejo ya, querido lector, con “Las redes en la Red”. Espero, sobre todo, que le sea de provecho, como me lo ha sido a mí el escribir durante todos estos años. Que estas letras que he ido juntando le ayuden a conocer mejor a Dios, a su Hijo Jesús, y el insondable misterio de la Cruz, que late en cada una de estas páginas.
José-Fernando Rey Ballesteros